martes, 7 de julio de 2009

No tengo lápiz - Disculpen la tardanza ^^

Empiezo a cansarme de huir. No he hecho más que escapar de todo cuanto me rodea desde hace dos meses, pero por fin todo eso se acabará, acabará pronto. Patricia está delante de mi, cogida de mi mano, corriendo como una posesa para llegar al helicóptero. Disparos, estoy harto de disparos, de cañonazos, mis tímpanos no se ha acostumbrado al sonido de la guerra, aunque mi cuerpo si lo ha hecho al miedo... Sé que tenemos centenares de infectados escalando la verja, y que los soldados serán incapaces de contener esa plaga... El cielo... tres helicópteros se alejan hacia el mar. Bajo la mirada, uno está encendiendo los motores... A los lados veo correr a civiles y militares, mala señal.
- ¡Subamos ya! – me grita Patri. Alcanzamos uno de los transportes y conseguimos montarnos. Cuando me siento puedo ver con más detalle el caos que a mi espaldas se extendía. Los infectados habían derribado la verja y las torretas, así como los vehículos con la calibre 33 habían sido asediados. El repliegue era definitivo... éramos demasiados para tan pocos helicópteros...
- ¡¡¡Debemos salir de aquí, ahora!!! – grito uno de los pasajeros. Era también un soldado que auguraba lo peor. Joder... oh dios... están corriendo, se acercan... se acercan... Una mujer con la cara llena de sangre y rugiendo como una bestia... la veo venir... se nos echa encima
- ¡¡¡ASCIENDA YA!!! – el helicóptero empezó a levitar con brusquedad justo antes de que varios infectados se abalanzaron sobre nosotros sin éxito. Patri pegó un grito ante la escena. - ¡¡¡Hay que alejarse, hay que alejarse!! – insiste Jordi.
- ¡¡¡Lo intento!!! – replica el piloto. Se oye la radio, el ataque está a punto de comenzar... Por dios... a mis pies puedo ver a infectados cruzando el bosque... son una estampida, decenas de miles... Giro la cabeza y observo varios helicópteros cruzando el mar. Suena una especie de alarma en el helicóptero...
- ¡¡¡JODER!!! – grita el soldado. Patricia se agarra a mí y yo a ella... cerramos los ojos... puede que sea el fin después de todo...
- Unidades, aquí Mando, dispuestos para el lanzamiento. – se escucha en la radio. De pronto oímos el potente y ensordecedor sonido de un cohete a varios kilómetros... La escena dura menos de un segundo... cae en picado en la lejanía de las montañas portuguesas... No hay sonido... Abro los ojos... un hongo...
- Cristian... – creo que los labios de Patri dicen eso... Una luz blanca. Abrazo a la mujer que está a mi lado.... Vuelvo a cerrar los ojos...



22 de mayo de 2009

Me duele la cabeza una barbaridad. Los gritos de Spynk no son para menos, está histérico. No quiere bajar por nada del mundo. Ayer tuve un encontronazo bastante fuerte con él porque, vamos a ver, yo tampoco quiero bajar, pero alguien tiene que hacerlo. Lo peor fue cuando acusó a Alberto de escaquearse de bajar... y Xhartas apoyó a Spynk, entonces la cosa se puso tensa de cojones. Y con tensa me refiero a peligrosa, ya que en el desayuno la madre de Alberto cogió un cuchillo amenazándonos para que no le hiciéramos nada a su hijo... una situación cada vez más complicada.
Pablo consiguió calmarla y, acto seguido, fuimos a practicar por última vez a la ventana que da a la carretera. Realizamos dos tiros contra un par de infectados, y los dos fallamos... De todas formas se encontraba a más de veinte metros.

Creo que vamos a salir en media hora, son las doce de la mañana... y estoy temblando tanto que mis palabras parecen kanjis japoneses. Nos llama Pablo.

- Repasemos el plan por última vez. Tomaremos las escaleras del bloque y aseguraremos la zona hasta el vehículo, entonces bajaréis acompañado de La Piedra, cogeremos el coche y nos dirigiremos hacia el supermercado conduciendo lo más lentamente posible para responder mejor a las amenazas.
- Llevad el seguro hasta que bajemos del automóvil delante del comercio. – añadió el soldado.
- Entraremos en el comercio y despejaremos el interior en busca de infectados. Quiero que os peguéis a nosotros y estad alerta a cualquier movimiento o sonido. – prosiguió el cabo.
- Sacaremos la bolsas, cogeremos todo lo que haga falta, siempre juntos. Volveremos a montarnos en el coche y nos largamos de allí.
- Si hay demasiados infectados... – comentó Spynk.
- Si es así nos retiraremos inmediatamente, sin excepción. – me aclaró Pablo.

Llegó la hora. Los militares abrieron la puerta y la cerraron ipso facto. Oímos el primer disparo apenas unos segundos, había infectados en las escaleras. Nos asomamos a la parcela para ver si se encontraban a salvo. Otro disparo, otro...

- ¡Despejado! – exclamó La Piedra. Estaba allí abajo frente al montón de cadáveres. Se había colocado un pañuelo en la boca para evitar el mal olor. Poco después llamaron a la puerta, era Ramírez.
- Muy bien, en marcha. – Spynk y yo nos miramos y asentimos. Cogimos las pistolas y bajamos las escaleras con Pablo delante. Joder... vale, calma. Acabo de ver como tres infectados muertos en medio de la escalera, sangre a saco en la pared, en los escalones... Pablo los ha retirado hacia el primer piso. No he tenido tiempo de fijarme mejor, tampoco quería. Conforme descendía, la adrelanina me subía a la cabeza. Era la primera vez que salía a la calle desde que se confirmó el brote en Valladolid. Iba a encontrarme infectados en primera línea... Pensaba en ello hasta que bajé al portal: dos cadáveres más. Uf... bien, cojonudo. Salimos y nos encontramos con La Piedra... entonces Spynk empezó a vomitar la poca comida que había digerido. Me llevé la mano a la boca para evitar las arcadas y aquel hedor asqueroso. Los cuerpos estaban realmente putrefactos.
- Debemos quemar estos cuerpos lo antes posible. – comentó La Piedra.
- Lo primero es lo primero, ya pensaremos en eso. – ordenó Pablo. – Atentos, ahora llega la parte complicada. Vamos todos juntos, si hay infectado rezagados saldrán de inmediato a atacarnos, así que alerta.
- Quité el seguro de mi arma y empecé a caminar pegado al culo de La Piedra. Los soldados se movían como verdaderos profesionales. Uno se quedaba en la retaguardia y otro avanzaba. Conforme llegábamos al coche, Pablo apuntaba con su arma a los flancos, las esquinas, observaba el entorno. Spynk y yo manteníamos nuestras armas preparados, apuntando hacia el suelo... mentiríamos si dijéramos que no tenemos influencia de los shooter para hacer eso, qué cómico.
Lo que más me asusta es que ha sido demasiado fácil. Hemos llegado al coche sin problemas, no nos hemos topado con ningún infectado. La calle está desierta, sucia, hay periódicos desperdigados en medio de la carretera. Llegamos al coche, hay otros tres aparcados en batería, seguramente de algún vecino.
- ¡¿Qué están haciendo!? – hablando de vecinos... ¿cómo no habíamos caído en ese detalle? Hay más gente refugiada en estos pisos. Acaba de gritarnos uno del bloque de enfrente, un señor mayor y calvo asomado a la ventana.
- ¡Cállese! – le ordena Pablo medio susurrando y gritando.
- ¡Esperen, llévenme con ustedes! – grita el sujeto.
- Esto no entra dentro del plan, debemos irnos ya. – comenta La Piedra, y estoy muy de acuerdo. Si este tío baja nos complicará todo.
- ¡Espérenme! – repite el hombre. Spynk me hace un gesto para que abra el coche de una vez. Saco las llaves apresuradamente mientras La Piedra apunta arrodillado a las esquinas de la calle. Abro las puertas, Spynk entra en el asiento de atrás, Pablo se pone de copiloto.
- Si ese cabrón baja a ver cómo le explicamos lo del supermercado. – comenta el cabo. – Arranca. – Meto las llaves, enciendo el motor, quito el freno de mano y meto marcha atrás. Todo va bien, no se oyen infectados... ¿Cómo es posible...? Cojo la glorieta en dirección al super, se ve nada más girar. Voy en segunda a veinte por hora, todos observamos muy atentamente a nuestro alrededor, el panorama es dantesco. Desde la casa no lo podíamos ver, pero en tierra los detalles son escalofriantes. El vehículo que hace unos días fue atacado por infectados se encontraba empotrado contra los árboles del pinar a la izquierda de nosotros. El conductor yace en el suelo totalmente devorado y cubierto de moscas... un río de sangre seca se extiende hasta el alcantarillado. Seguimos sin ver alguna de esas cosas... tanta tranquilidad empieza a ponerme nervioso.
- Los infectados deben haberse ido y los pocos que quedaban los abatimos desde las ventanas. – aseguró Pablo convencido, estaba siendo optimista. – Bien, sigamos. – Llego a la raqueta, hay cuerpos de infectados por toda la carretera que sube hasta el polígono, así como algún que otro cadáver de soldado. Trato de esquivarlos en la medida de lo posible... entonces vemos algo terrible. Una columna de humo enorme asciende desde la ciudad
- Santa madre de... – dice La Piedra.
- Sigamos... – Estamos llegando al parking del super. Conforme llegamos nos fijamos en el escaparate. Está sellado con cartón, qué extraño. Dejamos el coche en medio de la puerta y los soldados bajan primero. Spynk y yo, pistolas en manos, nos unimos a ellos para inspeccionar la zona.
- Aquí no hay nadie. – confirma La Piedra. – Sólo hay muertos. – En efecto, allí también había cadáveres... algunos con un aspecto que daban ganas de vomitar.
- Atentos a cualquier ruido. – Insiste Pablo. Nos acercamos a la puerta de cristal, pero también esta tapada con cartón.
- ¿Crees que habrá gente dentro? – pregunta Spynk de espaldas a la puerta.
- No lo sé... pero nadie tapa el cristal desde fuera, eso está claro.
- ¿Llamamos? – pregunto. – Antes de que el cabo me conteste, éste ya había aporreado la puerta.
- ¿¡Hay alguien?! ¿¡Hola?! – llama más veces. - ¿¡Hay supervivientes hay dentro?! ¡Somos soldados del ejército, abran por favor! – Pasan unos segundos sin obtener respuesta.
- Disparemos a la puerta y asunto arreglado. – dice La Piedra.
- La gasolinera... – dice Spynk. Me vuelvo para ver qué quiere. Miro a la gasolinera, justo en frente de nosotros...... qué cojones... oh... Hay... hay infectados caminando torpemente en nuestra dirección... No sé qué coño pasa, nos han visto pero no han echado a correr.
- ¡A la mierda! – grita Pablo. Él y La Piedra se colocan en posición de combate y apuntan a los infectados.
- ¡¡Abran la puerta!! ¡¡Abran!! – grita Spynk.
- ¡¿Por qué no disparamos?! – pregunto muy nervioso.
- ¡Si disparo a la puerta se hará añicos y podrán entrar, no nos servirá de nada! – me replica Pablo. Me vuelvo a fijar en los zombies. Sigan andando como si nada, pero nos están mirando fijamente. Detrás de la gasolinera aparecen más, son unos veinte, treinta... dios...
- ¡¡Abran la puerta!! – repite Spynk desesperado. Rugidos, han empezado a rugir y a correr. Se han lanzado todos de golpe a por nosotros... a este paso llegaran en menos de un minuto. Los soldados han comenzado a disparar y los primeros han caído abatidos. Apunto con mi arma, estoy temblando como un flan... uf... vale, vale... se acerca uno a unos treinta metros... en línea recta, seguida de otros dos... disparo una vez, he fallado... Hay otros tantos por la izquierda... van a cruzar la verja del aparcamiento.
- ¡¡¡Hay que subir al coche ya!!! – La Piedra se adelanta y rodea el Modus al tiempo que dispara a tres infectados, están a unos diez metros, cinco... Saco las llaves del coche, oigo a Spynk disparar su arma... ¡¡¡La puerta del super!!!
- ¡¡Entrad, deprisa!! – Me giro y cojo a Spynk de la mano, le llevo en dirección contraria. Tenemos a los infectados encima.
- ¡¡¡Entrad!!! – grita Pablo. No veo lo que pasa a mis espaldas, pero sé que tengo a esos cabrones en el coche... He oído un grito humano, creo que es de La Piedra, han cesado los disparos, cruzo la puerta del super, hay tres personas... me vuelvo, Spynk cae al suelo, apunto con el arma... Son Pablo y La Piedra, un infectado a sus espaldas, apunto a la cabeza, disparo... ¡Joder! Le he dado a Pablo en el hombro, pero también al zombie... Hostia puta, joder, joder... me caigo al suelo. Han cerrado la puerta, golpes, golpes, rugidos y golpes... Estamos dentro...

jueves, 2 de julio de 2009

Mil disculpas

Quiero pedir perdón por todos estos días que he estado sin poner historia. Por culpa de los exámenes y el posterior descanso de los mismos apenas he podido escribir, he estado vago y pido disculpas.

Este domingo pondré nada más y nada menos que 5 páginas de Word de la historia, espero no decepcionaros.

Atentamente.
Cristian Olalla - Superviviente de la plaga zombie.