jueves, 26 de noviembre de 2009

LA HISTORIA SIGUE!!! ^_^

22 de mayo – Supermercado Lidel. Unos minutos más tarde.

Despierto con un dolor de cabeza de mil demonios y pronto averiguo el causante, pues está todo el mundo gritando como si estuvieran locos. Con todo el mundo me refiero a unos supervivientes refugiados en el jodido super, sí, como leéis, una veintena de personas que permanecían aquí ocultos hasta que nosotros llegamos. Están aporreando la puerta por la que acabamos de pasar... Un momento, ¿dónde está Spynk? Me levanto y de pronto me avasalla una chica de pelo corto y, me vais a llamar salido por pensar cosas así en estos momentos, pero la chica está tremenda.

- No te muevas, te has dado un buen golpe al caer. – La chica debe tener mi edad, o menos, qué coño, ¿en qué estoy pensando? Vale, está claro que no pienso con claridad debido al barullo. Tengo las gafas torcidas, de modo que me las coloco y me froto la frente para recuperar completamente la cordura.
- ¿Y mi amigo...? ¿Y los soldados...? – La chica señala a mi izquierda. Spynk está sentado en el suelo hablando con tres ancianitos. Acto seguido, la joven señala a mi derecha, y por ese lado la cosa pinta peor. Pablo está gritando como un puerco a punto de ser degollado debido a la herida en el hombro. La Piedra lo sujeta por la espalda mientras un calvo enorme y una mujer de unos treinta y tantos años le suministran alcohol para las heridas. En seguida me doy cuenta de que los gritos de Pablo no son los únicos que inundan el ambiente. A unos diez metros de mi no hay gente aporreando nada, son los zombies del otro lado, y lo que veo son a los refugiados conteniéndoles.
- ¡¡Necesitamos más cosas!! ¡¡Esos cabrones son muchísimos!! – Intento levantarme para ayudar y de nuevo la chica me detiene.
- Déjalo, nos ocupamos nosotros. – Como ya me conocéis, soy un chico que le busca el lado cómico a las cosas. Sigo confuso por el golpe y por eso pienso estas gilipolleces, ¿pero no creéis que es un tópico de peli americana encontrarme con esta preciosidad de chica en medio de una catástrofe zombie? Por desgracia, mis tonterías van a acabar pronto, porque los golpes de la entrada son tan jodidamente reales como mi dolor de cabeza, así que me levanto a ayudarles porque empiezan a verse manos asomando por las compuertas de cristal. Detrás de mi viene corriendo gente con monitores y expositores de productos de la tienda que colocan de mala manera en el pasillo de la compuerta.
- ¡¡Ponedlo aquí, joder!! ¡¡Vamos!! – un hombre coloca el monitor y las demás cosas haciendo palanca contra el suelo y la esquina, y la compuerta deja de tambalearse, pero los rugidos son más potentes. - ¡¡Los hemos cabreado!! ¡¡Están golpeando el cristal!! – Aunque este esté tapado con cartones, es más que obvio que eso no va a detener a esas bestias. Me tapo la cabeza e intento pensar pero no me sale nada... Joder... Retrocedo para ver a Spynk y saludo a los ancianos.
- ¡Spynk! ¿Cómo estás?
- Bien, bien... – mi amigo está como drogado por la conmoción, como si acabara de despertar de un sueño. Miro de nuevo hacia la entrada y oigo como el cristal de la fachada empieza a romperse y los refugiados se tiran para atrás... Entonces me lamento. ¡Joder! ¡Ni una puta tregua!
- ¡Levanta, Marcos! – Cojo a mi amigo por el hombro y lo conduzco a la parte trasera del super con el resto de gente. Sigo a la masa hasta una puerta que pone “Personal” y entro con ellos. Tumbo a mi amigo contra la pared, parece que estamos en las taquillas de los trabajadores. Me giro muy deprisa, con el corazón a mil, y veo como irrumpen los últimos supervivientes, uno de ellos con sangre en el brazo, creo que es el que colocó la palanca en la entrada.
- ¡¡Hemos dejado a los soldados!! – grita una señora mayor.
- ¡¡No podemos hacer nada!! – protesta el del brazo.
- ¡¡Lucía y Juan!! ¡¡No podemos dejarles...!!
- ¡¡¡ABRID LA PUERTA!!! – La escena es terrible, tanto que me tiro para atrás con la boca en la mano acojonado de arriba abajo: hay gente al otro lado que está siendo devorada mientras aquí los refugiados arremeten contra la puerta para no dejarles pasar... Un de ellos está llorando, los gritos son espeluznantes...
- ¡¡¡Dadme algo para bloquear el picaporte!!! – la chica joven de antes viene corriendo con una puerta de la taquilla, ayudada por el calvo. Entre dos la colocan herméticamente y se apartan de la salida, con los gritos de socorro aún sonando al otro lado. El panorama es tan terrorífico que os aseguro que no hay estómago que lo trague. Las lágrimas me salen sin apenas sollozar y abrazo a mi amigo Spynk, que está cabeceando como un autista. Los zombies golpean la puerta durante unos segundos y luego todo se silencia... el mundo se apaga por unos instantes y nadie en la sala se mira, sólo se escuchan lloros y sollozos...

Hago recuento de personas, somos dieciocho, perdón diecinueve, acabo de ver a alguien asomándose al final de la habitación. Intento calmarme. Trago saliva y me seco el sudor de la frente. Es entonces cuando el pavo del brazo ensangrentado se coloca delante de mi y me habla:

- ¿Cuál es vuestra historia? – su tono suena amenazador. Le examino con la mirada: es un hombre de la edad de mi padre, quizás un poco más joven, de metro setenta, con algo de panza. Tiene la típica mirada de líder, de tío serio y que manda, pero un poco prepotente, es la impresión que me da.
- ¿Historia...?
- ¡Aparecéis de la nada, tú y tus soldados! ¡Nos jodéis el refugio y ahora estamos aquí en la mierda!
- ¡Antonio! – replica la señora mayor. Bueno, no es tan mayor, pero da la impresión de ser la “segunda al mando”. - ¡No vengas ahora con esas tonterías! ¡¿Qué coño crees que harías tú en medio de la calle?! ¿¡Saltar a los árboles o buscar refugio?! – el hombre la mira y parece que se amedrenta. Luego se arrodilla y se coloca a mi altura para hablarme cara a cara.
- ¿De dónde venís? – Le cuento la historia muy por encima, porque estoy un tanto helado por todo lo ocurrido (nunca me había pasado, pero os juro que no me salían las palabras), y poco a poco se va formando un corro a mi alrededor. Cuando estoy acabando me doy cuenta de que Spynk está dormido.
- ¿¡Vivís aquí al lado?! – pregunta un hombre con camisa y gafas de culo de vaso.
- Veníamos a por comida... para sobrevivir, ya os lo he dicho.
- Gilipollas... – me suelta el calvo. Es un tiarrón muscular, de metro noventa y muy atlético. Pese al insulto, le veo calmado y dialogante. – Yo soy de esa urbanización, como la mitad de aquí... Es una locura salir a la calle. – me explica. – La gente infectada es rápida y siempre atacan en grupos, nunca solos... Es increíble que los soldados no os previnieran de ello.
- ¿Prevenir...? – pregunto. – A ver... ya sé como son esas cosas, pero teníamos que comer... para resistir...
- No lo entiendes... – me dijo entonces la preciosa chica. – Veo que no sabes nada de lo que pasa ahí afuera... – me percato de que el pavo del brazo ensangrentado empieza a perder la paciencia, pero sigo escuchando. – Aunque dejaron de emitir noticias, nosotros teníamos contacto con gente que emitía con una radio casera en Duque de la Victoria, en el centro. Les escuchábamos todos los días. – Pensé por qué cojones no se nos ocurrió sintonizar la radio más de la cuenta. – Contaban todo lo que veían por las calles, un infierno total...
- Decenas de miles de infectados corriendo por todas partes... y cuatro peleles con metralletas disparando impotentes: esa es la “ayuda” del ejército. – continuó el calvo. – No hay manera de sobrevivir ahí fuera... Detectan en seguida el movimiento y el olor...
- ¿Qué... qué? – Olor, ¿pero de qué coño habla este tío?
- ¡Nos huelen! ¿¡Entiendes eso!? – me espeta Antonio. ¡Y ahora estamos aquí encerrados si ninguna salida! ¡Muertos! – el calvo agarra a Antonio y le pone contra la pared. El ambiente se caldea y varios interceden para que se tranquilicen.
- No estamos encerrados... – añade un chico de unos quince años en lo más alejado de la habitación. – Hay una puerta para acceder a la zona de carga y descarga. – Todos se acercan hacia allí y yo, mientras tanto, doy unas palmaditas en la cara a Spynk para que se despierte. La gente empieza a discutir sobre si salir, entrar, qué hacer... Buf... me va a estallar la cabeza, pero esta claro que tengo que reaccionar. Por fin Marcos se despierta y frunce el ceño, molesto.
- Quédate aquí. – Dejo a mi amigo descansando y me acerco a la gente para ver qué planean.

Unos cuantos dicen algo de salir y aguantar con la comida de las cajas precintadas de la zona de descarga. Otros hablan algo de armarse y recuperar la zona comercial, entre ellos el tío del brazo herido. La pareja de ancianos y tres o cuatro persona más permanecen calladas, unos mordiéndose las uñas, otros con la mirada dispersa. Yo, por mi parte, estoy ido completamente... Se decide aguantar en la zona de descarga y todos nos trasladamos allí. Spynk por fin se recupera y le cuento todo lo que ha pasado. Cuando termino de explicarle, la señora mayor se nos presenta.

- A ver, chicos... me llamo Aurora. – Nos da la mano. – Vamos a ver, no podéis volver a vuestra casa, ¿entendido? – Trato de no protestar, pero mi mirada dice lo contrario. – Vais a ayudar con la tarea de atrancar las puertas y bloquear posibles lugares por donde puedan colarse los infectados. – Nos pasamos una media hora ayudando a otros dos chicos a asegurar el sitio, que tampoco es que sea muy grande, el típico almacén de supermercado. No hay muchos sitios por los que salir, salvo la enorme compuerta para los camiones distribuidores. También cerramos bien el acceso a las taquillas y colocamos uno de esos vehículos que cargan y descargan cajas, que ahora no recuerdo como se llaman, justo en medio de la puerta.

Son las 12 de la mañana y siento que han pasado años desde que salí de casa para buscar alimentos. Los soldados han muerto y estoy con esta gente esperando... ¿Esperando a qué? No hay nada que hacer. No podemos salir, no podemos contactar con nuestros amigos, sólo nos queda sobrevivir en otro sitio con todas estas personas, es así de simple. Así de lineal se ha vuelto la vida: refugiarse y esperar, esconderse o huir... Ni leyes ni autoridades ni gobierno ni ejército, nada...

En ese momento habría jurado que nada podía empeorar, pero estaba muy equivocada. Me encontraba con Marcos sentado en el suelo, charlando sobre “nada “ – sí, en realidad sólo divagábamos – cuando surgió una discusión entre los supervivientes. Al tiempo que nos levantábamos intuimos que, por el nivel de la discusión, la cosa era bastante grave. Escuchamos como uno de ellos grita encolerizado, “¡hijo de puta!”, otro “¡sal de aquí, ya!”. Pues bien, resulta que el gordo prepotente está siendo empujado por varias personas, entre ellas el calvo grandullón. Pero esto no es lo peor, la víctima parece estar mareada y se comporta de manera extraña. Cuando estamos a sólo tres metros un hombre se interpone en nuestro camino:

- Está infectado, está infectado. – repite constantemente, parece nervioso. Spynk y yo nos miramos sin saber muy bien qué hacer o qué decir; entonces mis palabras salen solas.
- ¡Matadlo!
- ¡¡¡NO!!! – grita la chica, la joven guapa sacada de una peli americana. - ¡¡¡Estáis como una puta cabra!!! ¡¡¡Ni se os ocurra!!! – La tensión aumenta. El calvo agarra el tipo de la camisa y lo lleva bruscamente hacia la puerta de las taquillas. Todos le seguimos.
- ¡¡¡Mover el puto coche de ahí!!! ¡¡¡Movedlo!!! – unos protestas, otros sollozan y el hombre gime... Está gimiendo, no me gusta.
- ¡No puedes dejarle ahí fuera!
- ¡¡¡He visto a gente transformarse!!! ¡¡Los primeros minutos montan en cólera, son imparables!! – grita el calvo. Eso es nuevo, ¿montan en cólera? ¿A qué se refiere con eso? Me estoy poniendo muy nervioso y cada vez más gente pide que se le eche fuera. Dos voluntarios mueven el cochecito de descarga y el calvo abre la puerta con fuerza para sacar al infectado. Le pega un empujón y éste cae contra las taquillas. – Lo siento...

Bien, tomemos un poco el aire. Lo que voy a escribir ahora es imposible de describir con palabras, espero acercarme lo suficiente para que entendáis el horror que experimenté entonces. En el preciso momento en que el hombre se golpeó con las taquillas, éste empezó a gritar como si fuera un jodido troll de las cavernas. Os aseguro que el alarido que pegó eran tan terrorífico que casi me caigo al suelo. Todos los presentes gritaron en respuesta y el calvo se quedó petrificado. Es más, los infectados del comercio respondieron al grito con más gritos y gemidos, y éstos volvieron a aporrear la puerta de la sala de empleados, como si su compañero les llamara en plan: ¡aquí hay un festín!”. Lo que vino después pasó muy rápido: el gordo se lanzó como el rayo sobre el calvo y le mordió en todo el cuello. Todos salieron corriendo. Yo agarré a Spynk del brazo y nos dirigimos a la puerta principal. Oímos a los zombies gritar fuera como si estuvieran excitados. Mientras me dirijo a mi destino, veo como uno de los superviviente se lanza sobre el infectado con una pértiga de acero, pero no consigo ver el resultado de su ataque y algo me dice que es infructuoso porque la gente sigue corriendo. Llegó hasta la puerta y me doy cuenta de que la mujer anciana está accionando el mecanismo de apertura. Spynk me empuja para salir cuando la puerta tan sólo se ha elevado unos centímetros. Me tiro al suelo para colarme, estoy en el exterior... No hay nadie allí, pero oigo a los zombies en la entrada principal, y deben ser muchos. Cojo a Spynk de la mano y le hago una señal para que no hable. Damos la vuelta al edificio, olvidando por completo a los otros supervivientes, pero nos daba igual. Éstos habían tomado el camino contrario y oímos sus gritos de socorro. Va a sonar muy cruel, pero eso nos ayudó para bordear el comercio y dirigirnos a casa de Alberto. Cruzamos la carretera y saltamos la vaya, no hay zombies que nos sigan...

- Cristian... – Cuando salto la verja, miro hacia la gasolinera. Entre que cojo aire mirando al suelo hasta que miro escucho un enorme griterío y gemidos de zombies, los cuales no me explico hasta que por fin lo veo: hay gente en la puerta de la gasolinera apuntalando la entrada... Hay... hay una MULTITUD de zombies... – Vámonos... vámonos YA! – Me encuentro en una tesitura complicada. Unos cuantos supervivientes rodeados de centenares de zombies despiadados que corren, que nos vean es cuestión de suerte. Cuando giramos la esquina, de hecho, sentimos que ya hay unos cuantos que nos han visto. Olemos entre los gritos que nos han localizado y por eso aumentamos la marcha. Esquivamos los cuerpos y llegamos a la entrada de la parcela. Seguimos corriendo y entramos en el portal. Pretendemos llamar al ascensor cuando mi mirada se gira un momento para ver el exterior, SÍ, nos seguían... y no pocos.
- ¡¡¡CORRE!!! – Dios... dios mío... han estado corriendo desde la gasolinera... los hijos de puta tienen memoria... Subimos la escalera muy muy rápidamente, pero algo va mal.
- ¡¡¡AAAAAAAAAH!!! – Uno de esos cabrones se ha lazando sobre Spynk y le ha mordido en la pierna. El malnacido ha pegado un salto y está tirando en el suelo con los dientes clavados en su tobillo. Tiro de Spynk y le agarro bien para seguir subiendo, mientras el infectado se revuelca torpemente por los escalones impidiendo el paso al resto de zombies. Llegamos al segundo piso y oigo más gritos... ¿pero qué diablos está ocurriendo? ¡¡¡La puerta de la casa está abierta!!! ¡¡Hay sangre!! No me salen las palabras... estoy llorando en medio de ese infierno, con Spynk gritando de dolor... Voy a morir... voy a morir...
- ¡¡¡CRIS!!! – son Alberto y Xhartas. - ¡¡¡Vámonos!!! ¡¡¡Ya joder, ya!!! – No entiendo nada, nada. ¡Mierda! Spynk ha intentado morderme y casi me arranca la oreja. Le tiro al suelo de un empujon pero el muy cabrón casi me arrastra con él. Spynk se levanta con rapidez, como si estuviera poseído – ahora entiendo lo de “entran en cólera” – y le asesto tal patada en las narices que le rompo el tabique. Una puerta romperse... escucho como sale otro zombie de una casa de los vecinos. Xhartas me agarra de la mano para bajar por las escaleras.
- ¡¡¡Mamá!!! – grita Alberto. Spynk y el otro zombie atrapan a Xhartas justo detrás de mi y empieza a devorarle... No... no puedo... por favor... Mi amigo me pide ayuda... le están...
- ¡¡¡Mamá!!!
- ¡¡¡SALGAMOS DE AQUÍ YA!!! ¡¡¡YA!!!
- ¡¡¡IDOS!!! – Xhartas apoya la moción... nos... nos dice que nos vayamos... por favor esto es... Alberto baja conmigo las escaleras... ¿Cómo hemos llegado a esto...?

1 comentario:

  1. por fiiiin!! XD a ver si no pasa tanto tiempo hasta que vuelvas a poner el siguiente ^^
    saludos!

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